Celebrar la Eucaristía

 

 
Actitudes básicas a la hora de celebrar la Eucaristía en la verdad, sin exclusiones

 

Jesús tenía un proyecto muy claro que no se lo dijo a nadie; por las opciones que había hecho siguiendo la voluntad de su Padre  sabía que iba a terminar mal, que le iban a matar, pero él quería quedarse con nosotros, y su proyecto consistía en crear algo para estar siempre con nosotros perpetuando sus dos momentos importantes: el momento de la muerte en Cruz y el momento de su Resurrección gloriosa. Esto es la Eucaristía, esto es la Misa.

Y quiso quedarse como ‘comida’, no como un simple recuerdo de la mente .Ése era su proyecto, su sueño. Para ello cuando instituyó la Eucaristía, es decir, durante la última Cena, vivió por adelantado los acontecimientos de la muerte en cruz y de la resurrección. Tomó un pedazo de pan y un poco de vino, y dijo: ‘’Esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros // Éste es el cáliz de mi sangre que será derramada por vosotros’’. Y nos dio un mandamiento, una orden: “Haced esto en memorial  mío”. Así instituyó la Eucaristía y en cada Misa actualizamos todo esto.

Cuando vamos a la Celebración de la Eucaristía, es importante pensar que lo que más agrada al Señor Jesús ese día es  la celebración de esa Eucaristía, porque el celebrante principal es Él mismo. Celebra sus dos momentos más importantes: su muerte en la cruz y su resurrección.

Pero esto sucedió hace 2000 años y nosotros no entendemos cómo  Jesucristo pueda vivir ‘hoy’ la muerte y la resurrección de hace dos mil años. Esto no lo entendemos, porque nosotros nos movemos en el tiempo, Él, no; el tiempo sigue su curso, por eso hablamos del ayer, del  hoy, del  mañana. Jesús resucitado no vive nuestro tiempo, está fuera de él y fuera del espacio. Está aquí, está allí, está en mi capilla, está en las iglesias del mundo entero; es la característica del cuerpo glorioso.

Lo que más ha mimado la Iglesia en su historia ha sido la celebración de la Eucaristía, y pide actitudes concretas para ‘celebrarla en la verdad’ y sin excluir a nadie.

La Iglesia celebra la Eucaristía en cuatro momentos:

 

El rito de entrada (objetivo: prepararse como conviene)..

 

El rito de la Palabra (lograr que Dios hable con cada uno de los presentes, atraves de los lectores que la proclaman)….

 

El rito de la Plegaria eucarística con sus tres momentos de presentación de los dones (=ofertorio) la plegaria eucarística (de la que se os ha hablado), la preparación a la comunión (Padre nuestro hasta la comunión).

 

El rito del envío (cuando el sacerdote nos dice: Todo lo que hemos hecho aquí hazlo también en casa, en la calle, en todo momento de nuestras vidas.

Vamos a detenernos en el primer momento. Vamos a pensar en una Misa del domingo.
¿Cuándo empieza esa Misa? Cuando se oye la campana que nos la anuncia, o si no hay campanas cuando  me decido ir a Misa. No es que sea yo quien lo decida,  Alguien que me ha llamado  y yo he dicho que sí.
Me detengo en el pórtico, en la plazoleta, hablo con la gente. Esto es importante. Hay que crear el espíritu de familia. Si doy rodeos ante algunas personas, ya estoy excluyendo.

 

Entro en la Iglesia.

 

Ideas que me tienen que venir a la mente:

1.- Jesús va a celebrar con nosotros lo más grande que tiene: el mismo momento de la Cruz y de la Resurrección. Yo voy a participar en este gran acontecimiento salvador.

2.- Jesús quiere que me fije en sus hermanos/as. El mayor título que poseemos es el ser ‘hijo/a de Dios’. El mayor título de un Obispo, por ejemplo,  no es el de ser ‘Obispo’, sino el ser ‘hijo de Dios’.

 

¿Qué actitudes he de vivir en este primer momento de la Eucaristía, en el encuentro?

 

Las principales actitudes que viviré al comenzar la Eucaristía son:
1.   la acogida,
2.   el perdón,
3.   la fraternidad.

 

Actitud de acogida.

 

Entro en el Templo para la Misa: Me fijo en primer lugar en  cómo me acoge el Templo (las flores, el altar, las dispositivas, el órgano, el ensayo de los cantos. Vamos a celebrar algo importante. (Recordar lo que dice el Papa en su carta ‘Mane nobiscum Domine’ sobre la celebración de la Eucaristía del domingo y de la adoración).

Luego, me fijo en las personas que han ido como yo a Misa y las acojo. Son hermanos míos. Vivo la dignidad de cada persona. Cada persona es muy importante para Dios, y yo he de caer en la cuenta de esto. Una de las gracias que Jesús pidió al Padre en la cruz fue que seamos sus hermanos/as. Cada persona tiene su misterio, sus problemas y también sus aspectos agradables. Yo la acojo tal como es. En cuanto de mí dependa, me pongo bien con todos. (¡Qué distinta la actitud de aquella persona que mira a la asamblea y quiere ponerse lejos de tal persona, porque no quiere darle la paz en el momento de la paz….!. ¿Tiene sentido celebrar la Eucaristía excluyendo a alguien?).
No olvidemos la actitud de acogida del Señor: “Venid a mí todos los que estás cansados y agobiados, y yo os aliviaré”(Mt 11, 28) y lo de S.Pablo:“Acogeos mutuamente” (Rom 15,7). Sin exclusiones.

 

Actitud de perdón.

 

Tal vez alguien me ha ofendido, y esa persona está en la iglesia; o tengo problemas con alguien.  yo no se la he perdonado. La excluyo de mi horizonte. Esta actitud negativa hay que borrarla antes de que comience la Eucaristía.. Si no tengo fuerzas para ello, se las pido a la Virgen y al Señor, y me lo van a conceder. En los primeros cuatro siglos de la Iglesia  éste era el único momento litúrgico  en el que se recibía el perdón de los pecados.

Si he sido yo quien ha faltado, envío a quien ofendí mi petición de perdón  y hago una oración por él. Cuando le encuentre, después de la Misa, o más tarde, le pediré perdón.

Si, por el contrario, me encuentro mal con alguien y no quiero perdonarle, entonces no estoy en disposición de  celebrar la Eucaristía y puede que esa Misa no me haga ningún bien.

Jesús tiene un mensaje fuerte que conviene recordarlo. Están en el evangelio de Mateo, capítulo 5, versículo 23-24:

«Si al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda”

Recuerda también lo que rezamos en el Padre nuestro: ‘Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos  a los que nos ofenden’.
El perdón es algo muy serio, muchas veces heroico  Y no hay excepciones en el perdón, ni una sola. Tal vez  el mensaje sobre el perdón sea la principal originalidad de la enseñanza de Jesús.
A veces se perdona, pero la mente nos trae lo que nos han hecho. No importa: la memoria no olvida las cosas tan fácilmente. Pero esto es muy distinto a lo que a veces oímos: ‘perdonar sí, pero olvidar no’.

 

La fraternidad


Esta es la nota que tenemos que privilegiar.

 

En este primer momento de la misa conviene recordar qué cuando Jesús instituyó la Eucaristía nos dio el gran mandamiento del amor: ‘Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como Yo os he amado. En esto os conocerán que sois mis discípulos’ (Ev. de Juan, 13,34-35).

Todos los días tengo que hacer una revisión de cómo vivo este nuevo Mandamiento (en la comunidad, en casa…).

Me pregunto qué tal estoy con las personas de mi comunidad, con las personas de fuera con quienes convivo en el trabajo, con las personas que me caen mal… Cuando el sacerdote dice: “reconozcamos nuestros pecados…” tengo que pensar seriamente en esto: en si estoy unido a todos, aunque, naturalmente, en grado distinto, o si las excluyo de mi horizonte. Es importante sientas como hermano al que está a tu lado en la celebración, aunque no le conozcas.

Esta actitud de fraternidad con todos es la actitud que exige de nosotros  Jesús para que él pueda celebrar en la verdad su Eucaristía con nosotros. Vivir la fraternidad es vivir el gozo de ‘encontrarnos’ para alabar al Señor, escuchar su Palabra, participar en las oraciones que el Sacerdote hace en nuestro nombre, darnos la paz y recibir en la comunión al Señor Resucitado. Así la Misa me llena, porque hay Alguien que me va a hacer bueno por dentro: es el Espíritu Santo.

Tal vez la explicación del por qué la eucaristía diaria no me llena, no me hace crecer  esté en que no me encuentro bien en este punto, en que salto  por encima este gran mandamiento.

Dios exige con la misma fuerza a todos este mandamiento: si Dios fuese ciencia…., oración…, pero como El es amor, por eso quiere que nuestro distintivo sea el amor.

Recordemos a dos personas que, dado el carácter que tenían, tuvieron serias dificultades en vivir este ‘mandamiento’, pero lo consiguieron. Se trata de San Juan y San Pablo.

Atención a muchos caracteres…

El esfuerzo es mío…. Control diario. Y así un día notaré que Alguien ha entrado en mí y me hace vivir el amor mutuo eso de manera natural: ese Alguien es  el Espíritu Santo.

Con esas tres actitudes me preparo para el siguiente momento importante: la Palabra de Dios.

 

 

2 comentarios en «Celebrar la Eucaristía»

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