Sacramento del Bautismo

Los sacramentos fuente de vida: El bautismo: Platicas

pre-bautismales.

Los sacramentos fuente de gracia

Uno de los objetivos centrales de nuestra Iglesia, es que cada Arquidiócesis integre de manera seria y responsable, un método para catequizar en los sacramentos a los fieles que acuden a la Iglesia a pedir que se administre alguno de los 7 sacramentos que nuestro Señor Jesús ha dejado para la perfección cristiana y poder caminar con la gracia sacramental en el camino de conversión; en algunas parroquias incluso se maneja un primer anuncio que en la actualidad es necesario para introducir a muchos hermanos que con su visita a la Iglesia (porque vienen como papas o padrinos), vuelven a tener contacto con los aspectos de nuestra fe y entonces es el momento oportuno de llenar nuevamente ese vacío existencial con la presencia activa de Dios, por tanto es necesario dar la importancia que se requiere; a continuación ponemos varios puntos centrales que se deben desarrollar con cuidado y delicadeza , el primer sacramento que es el bautismo es al que ahora nos vamos a dirigir

EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO

Sabemos que Dios crea al hombre y a la mujer por y para el amor. Por lo que, cuando Dios creó a la primera pareja humana, la creó en estado de justificación, es decir tenía el don de la gracia santificante, lo que hacía que el hombre y la mujer fueran hijos de Dios y herederos del cielo. Pero, en el momento en que Adán y Eva cometieron el pecado, rompiendo la amistad con Dios, se perdió la dignidad de hijos de Dios y a partir de ese momento, todos los hombres nacen con la mancha del pecado original.

Dios, en su infinita misericordia, promete en ese momento un salvador, que pueda devolver la dignidad de ser hijos de Dios y herederos del cielo. Por ello, nos envía a su Hijo para que con Su pasión, muerte y resurrección, nos abra las puertas del cielo. Para obtener todo lo que Cristo logró, se necesita el sacramento del Bautismo, el primer sacramento de la iniciación cristiana. (Cfr. Rom. 6, 4). Los sacramentos de la “iniciación cristiana” son tres: Bautismo, Confirmación y Eucaristía.

“El mismo Cristo al inculcar con palabras explícitas la necesidad de la fe y el bautismo, confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que los hombres entran por el bautismo como por una puerta. Por lo cual no podrían salvarse aquellos hombres que, conociendo que la Iglesia católica fue instituida por Dios a través de Jesucristo como necesaria, sin embargo se negasen a entrar o a perseverar en ella”. (LG n. 14).

El sentido e institución del Bautismo

Naturaleza

El Bautismo es el sacramento, por medio del cual, el hombre nace a la vida espiritual, por medio del agua y la invocación a la Santísima Trinidad.

El Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, es el pórtico de la Vida en el Espíritu, y además es la puerta que nos abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo, somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo, y somos incorporados a la Iglesia, haciéndonos partícipes de su misión. (Catec. 1213)

Este sacramento se llama “Bautismo”, en razón del elemento esencial del rito, es decir, el “bautizar” (baptizein en griego) que significa “sumergir”, “introducir dentro del agua”; la “inmersión”.

La “inmersión”, significa eficazmente la bajada del cristiano al sepulcro muriendo al pecado con Cristo, para así junto con Él, obtener una nueva vida en su resurrección. “Fuimos, pues, con El sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo resucitamos de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, y así también nosotros vivamos una nueva vida”. ( Ef. 5, 26 ).

Este Sacramento es llamado también “baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo “, (Tt.3, 5), porque significa y realiza ese nacimiento del agua y del Espíritu sin el cual “nadie puede entrar en el Reino de Dios.” (Jn. 3,5).

“Este baño es llamado también: “iluminación” porque, para quienes reciben, el espíritu queda iluminado…..”. El bautizado se convierte en “hijo de la luz” ( 1Ts. 5,5 ), y en “luz” él mismo. (Ef. 5,8 ).

Podemos decir que, el Bautismo es el más bello y magnifico de los dones de Dios…… Es “Don”, porque es Dios, que se lo da, a los que nada han hecho para recibirlo y que se encuentran en un estado de pecado. Es “Baño”, porque lava; “Sello”, porque nos guarda y es signo de la soberanía de Dios.
Institución
En las Sagradas Escrituras se encuentran muchas prefiguraciones de este sacramento. De esto se hace memoria en la Vigilia Pascual cuando se bendice el agua bautismal.

El Génesis nos habla del agua como fuente de la vida y de la fecundidad. La Sagrada Escritura dice que el Espíritu de Dios “se cernía” sobre ella. ( Gn. 1,2 ).

El arca de Noé es otra de las prefiguraciones que la Iglesia nos menciona. Por el arca, “unos pocos, es decir ocho personas, fueron salvadas a través del agua.” ( 1 P. 3, 20 ). Si el agua de manantial significa la vida, el agua en el mar es un símbolo de la muerte. Por lo cual, pudo ser símbolo del misterio de la cruz. Por este simbolismo el bautismo significa “la comunión con la muerte de Cristo.” (Catec. n. 1220).

Sobre todo el paso del Mar Rojo, verdadera liberación de Israel de la esclavitud de Egipto, es donde se anuncia la liberación obrada por el bautismo, se entra como esclavos en el agua y salen liberados. También el paso por el Jordán, donde el pueblo de Israel recibe la tierra prometida, es una prefiguración de este sacramento. (Cfr. Catec. 1217-1222).

Todas estas prefiguraciones tienen su culmen en la figura de Cristo. Él mismo, recibe el bautismo de Juan, el Bautista, el cual estaba destinado a los pecadores y Él sin haber cometido pecado, se somete para “cumplir toda justicia” (Mt. 3,15). Desciende el Espíritu sobre Cristo y el Padre manifiesta a Jesús como su “Hijo amado”. (Mt. 3, 16-17 ). Cristo se dejó bautizar por amor y humildad, y así darnos ejemplo.

Después de su Resurrección confiere la misión de bautizar a sus apóstoles. “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; id pues, enseñad a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. (Mt. 28, 18-19).

Con su Pascua, Cristo hizo posible el bautismo para todos los hombres. Ya había hablado de su pasión, “bautismo” con que debía de ser bautizado (Mc. 10,38) (Lc. 12,50). La sangre y el agua que brotaron del costado traspasado por la lanza del soldado de Jesús crucificado (Jn. 19,34), son figuras del “bautismo” y de la “eucaristía”, ambos sacramentos de la nueva vida ( 1 Jn. 5, 6-8); desde entonces es posible “nacer del agua y del Espíritu” para entrar en el Reino de Dios. ( Jn. 3,5 ).

Desde el día de Pentecostés, la Iglesia ha administrado el bautismo siguiendo los pasos de Cristo. San Pedro, en ese día, hace un llamado a convertirse y bautizarse para obtener el perdón de los pecados. El Concilio de Trento declaró como dogma de fe que el sacramento del Bautismo fue instituido por Cristo.
Signo y rito del Bautismo

El Signo: La Materia y la Forma
El Concilio de Trento declaró como dogma de fe, que la materia del Bautismo es el agua natural, porque así lo dispuso Cristo y así lo hacían los apóstoles. Esta definición fue necesaria porque en ese momento, había que rebatir la doctrina de Lutero, que decía que se podía utilizar cualquier líquido. Además, existen unos argumentos que nos demuestran su conveniencia: sabemos que el agua lava el cuerpo, por lo que es la materia adecuada para lavar los pecados. Por otro lado es fácil de encontrar y debido a la importancia de este sacramento su materia lógica es el agua.

El Bautismo puede llevarse a cabo por infusión – cuando se derrama el agua sobre la cabeza – o por inmersión – sumergiendo al bautizado en el agua -.

Para su validez se debe de derramar el agua al mismo tiempo que se dicen las palabras que constituyen la forma y el agua debe de correr sobre la cabeza. Salvo en caso de necesidad, como podría ser el bautismo de un feto, – aún con vida – que podría ser en cualquier parte del cuerpo.

Las palabras que constituyen la forma son: “Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”. En estas palabras están representadas las partes que son esenciales, tales como: el ministro “Yo”, el sujeto “te”, bautizo, la acción que se realiza, la mención de la Santísima Trinidad y la clara distinción de las Tres Personas divinas.

Rito y Celebración

El bautismo, tiene muchos signos, además del signo esencial, constituido por la materia y la forma y éstos nos llevan a seguir un rito:

El sentido de la gracia del Sacramento del bautismo aparece claramente en los ritos de su celebración. Cuando se participa atentamente en los gestos y las palabras de esta celebración, los fieles profundizan en lo que este sacramento significa y se percatan en lo que se realiza en el bautizado.

Cada uno de los signos posee un sentido muy determinado, así por ejemplo:

1. La celebración comienza con la señal de la cruz, que nos indica la marca de Cristo sobre el que le va a pertenecer y significa la gracia adquirida por la Cruz de Cristo.

2.El anuncio de la Palabra de Dios, es decir, las lecturas, que da luces sobre la verdad revelada a los “bautizados” y a la asamblea; y suscita en todos la respuesta de la fe. En efecto, el bautismo es “el Sacramento de la fe” por ser la entrada sacramental en la vida de la fe. El anuncio de la Palabra de Dios, nos invita a vivir este “Sacramento de la fe”. Puesto que por el bautismo somos “liberados del pecado y del que nos tienta, el Diablo”, se pronuncian uno o varios exorcismos sobre el “bautizado”.

3. Este es ungido con el Santo Crisma, Óleo, y el celebrante le “impone las manos”, y el “bautizado” renuncia explícitamente a Satanás. (Cuando el bautizado es pequeño los padres y padrinos hacen la renuncia en nombre del niño y se comprometen a hacer crecer en la fé)Así preparado, puede confesar la fe de la Iglesia, a la cual será “confiado” por el bautismo. (Rm. 6,17 ). La unción con el santo crisma, óleo perfumado y consagrado por el obispo, significa el don del Espíritu Santo al nuevo bautizado. Ha llegado a ser un cristiano, es decir, “ungido” por el Espíritu Santo, incorporado a Cristo, que es ungido Sacerdote, profeta y rey. Literalmente ungido significa “persona consagrada” y en este caso es a Dios.

4. El agua bautismal es entonces consagrada mediante una oración en el mismo momento o utilizar la de la noche pascual. La Iglesia pide a Dios que, por medio de su Hijo, el poder del Espíritu Santo descienda sobre esta agua, a fin de que los que sean bautizados con ella “nazcan del agua y del Espíritu”. (Jn. 3,5)

El agua bautismal es signo de un nuevo nacimiento, en el Espíritu. El inicio a la vida de gracia, y a la pertenencia del Pueblo de Dios.

Pero como todo sacramento posee un rito esencial, el signo más importante. Y este rito esencial del sacramento: el bautismo propiamente dicho. El bautismo es realizado de la manera más significativa mediante la triple inmersión en el agua bautismal, o derramando tres veces agua sobre la cabeza del bautizado. Al mismo tiempo que se pronuncia la forma. Las palabras que pronuncia el ministro son:” (decir el nombre del bautizado ejemplo María)……. yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

5. La vestidura blanca simboliza que el bautizado se ha “revestido de Cristo” (Ga. 3,27); que ha resucitado con Cristo a la vida de la gracia.es signo de pureza.

6. El cirio que se enciende en el “cirio pascual”, significa que Cristo ha iluminado al neófito o bautizado. En Cristo, los bautizados son: “la luz del mundo” (Mt.5,14) (Flp. 2,15).

El nuevo bautizado o neófito es ahora hijo de Dios. Por lo tanto, ya puede decir la oración de los hijos de Dios: “el Padrenuestro”. Sólo los bautizados podemos llamar “Padre” a Dios.

La bendición solemne cierra la celebración del “bautismo”. En el bautismo de los niños recién nacidos, la bendición de la madre ocupa un lugar especial.
Efectos y necesidad del Bautismo

 

Los sacramentos fuente de vida: El bautismo

Efectos del Bautismo

Los efectos del bautismo son cuatro:
• La justificación o gracia santificante,
que significa la remisión de los pecados y la santificación del hombre. Si se tienen las debidas disposiciones, por el bautismo, todos los pecados son perdonados, el pecado original y, – en el caso de los adultos – todos los pecados personales. En efecto, al haber sido regenerados por el Bautismo, no existe nada que les impida entrar en el Reino de Dios.

Al recibir la gracia santificante, se reciben las tres virtudes teologales, “fe, esperanza y caridad” y los dones del Espíritu Santo y demás virtudes infusas, y por ello, se obtiene una santificación, una renovación interior. A partir de este momento, en que Dios entra en el alma, se puede llevar una vida sobrenatural, y el alma comienza a lograr frutos para la vida eterna.
• La gracia sacramental que ofrece la ayuda necesaria para vivir la vida cristiana, pues nos hace capaces de creer en Dios, de esperar en Él y de amarle; además permite crecer en el bien mediante los dones del Espíritu Santo y de las virtudes morales.
• El carácter bautismal. El bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble, llamado “carácter”. Por esto, este sacramento no se puede recibir más que una vez.
Este carácter o sello nos asemeja a Cristo, además de marcarnos como pertenecientes a Dios. Por medio de él, somos incorporados a la Iglesia. Nos hace miembros del Cuerpo Místico de Cristo. Por el bautismo se participa del sacerdocio de Cristo, de su misión profética y real, son “linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz” (I P. 2,9).

El bautismo hace participar en el sacerdocio común de los fieles. La participación es de dos formas: activa, mediante el apostolado y santificando todas las realidades temporales y pasivas, recibiendo los demás sacramentos.
• La remisión de todas las penas debidas por el pecado. Quien muera inmediatamente después de recibir el Bautismo, entraría directamente en el Cielo, sin tener que purificar en el Purgatorio las penas debidas por el pecado. Recordemos que los pecados quedan perdonados, pero falta purgar las penas debidas por el pecado. Estas son como las cicatrices que quedan después de una herida.
Necesidad del Bautismo
El Señor mismo afirma que “el bautismo” es necesario para la salvación (Jn. 3,5). Por ello mandó a sus discípulos a anunciar el Evangelio y bautizar a todas las naciones ( Mt. 28,19-20). Por lo tanto, el bautismo es absolutamente necesario para la salvación en aquellos a los que el Evangelio ha sido anunciado y han tenido la posibilidad de pedir este Sacramento (Mc. 16,16).

Al ser Cristo el único camino para la vida eterna, nadie puede salvarse, sin haberse incorporado a Él mediante el bautismo.

Hay casos en que este medio de salvación puede ser suplido – en casos extraordinarios – cuando sin culpa alguna no se puede recibir el bautismo de agua. Estos son:
• El bautismo de deseo, es decir cuando se tiene un deseo explícito, como sería el adulto que ha manifestado su deseo de bautizarse y muere antes de poder recibir el sacramento, pero debe de estar unido a un arrepentimiento.

Quien no ha tenido la oportunidad de conocer la revelación cristiana – sin culpa alguna -, invocan a Dios, están arrepentidos y cumplen con la ley natural, obtienen la salvación por el bautismo de deseo. Recordemos que Dios quiere que todos se salven y su misericordia está al alcance de todos.
• El Bautismo de sangre, quedan salvados todos aquellos que mueren por medio del martirio por haber confesado la fe cristiana o por haber practicado la virtud cristiana.

En cuanto a los niños muertos sin el bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven (1 Tm. 2, 4) y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: “Dejar que los niños se acerquen a mí, no se los impidáis” (Mc. 10,14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin bautismo. Por eso es más apremiante aún la llamada de la Iglesia, a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del santo Bautismo. (Catec. n. 1261).

Ministro, el bautizado, sus padres  y padrinos del Bautismo

Ministro y bautizado

Son ministros ordinarios del bautismo: el obispo y el presbítero y, en la Iglesia latina, también el diácono. En caso de peligro de muerte, cualquier persona, incluso no bautizada, si tiene la intención de hacer lo que hace la Iglesia al bautizar y dice la forma bautismal, puede bautizar.

El sujeto de este sacramento es toda persona viva que aún no ha sido bautizada, y sólo ella.

En los orígenes de la Iglesia, cuando el anuncio del evangelio estaba aún en sus primeros tiempos, el bautismo de adultos era la práctica más común. El catecumenado (preparación para el bautismo) ocupaba entonces un lugar importante. Las personas se convertían al oír a los Apóstoles, y normalmente los adultos eran los que se bautizaban; claro que también había niños, ya que eran familias completas que acudían al Sacramento; pero el número mayor era lógico de adultos.

El catecumenado tiene por finalidad, en respuesta a la iniciativa divina y en unión con la comunidad eclesial, iniciar adecuadamente a los catecúmenos en el misterio de la salvación, en la práctica de las costumbres evangélicas y en los ritos sagrados que deben celebrarse en los tiempos sucesivos, e introducirlos en la vida de fe.

Se considera que después de los doce años, todo aquél que se vaya a bautizar, debe de pasar por el proceso del catecumenado.

Una pregunta frecuente que muchos se hacen, es: ¿Por qué tenemos que ser bautizados de tan pequeños? Y la respuesta nos la da el mismo sacramento, y es por la gran necesidad que tenemos de disfrutar de los frutos del Sacramento del Bautismo, y el ser verdaderos hijos de Dios.

Todos nacemos con una naturaleza humana manchada por el pecado original, los niños necesitan también del nuevo nacimiento en el bautismo. La Iglesia y los padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hijo de Dios, si no le administraran el bautismo poco después de su nacimiento.

Los padres cristianos deben reconocer que esta práctica corresponde también a su misión de alimentar la vida que Dios les ha confiado. Es una responsabilidad primerísima de los padres el bautizar a sus hijos, por los inmensos bienes espirituales que nos ofrece en el Sacramento, el no hacerlo sería una gravísima falta. (Cfr. CIC. n. 867, 1 y 2). Además, si los padres se preocupan de darles una personalidad jurídica, de alimentarlos, de cuidarlos, etc., con más razón deben de preocuparse por darles el tesoro más preciado que poseen, la fe.

Desde que el bautismo de los niños vino a ser la forma habitual de la celebración de este sacramento, ésta se ha convertido en un acto único que integra de manera muy abreviada las etapas previas a la iniciación cristiana. Por su naturaleza misma, el bautismo de los niños exige un “catecumenado pos bautismal”. No se trata sólo de la necesidad de una instrucción posterior al bautismo, sino del desarrollo necesario de la gracia bautismal en el crecimiento de la persona. Es el momento propio de la “catequesis”.

Padrinos

Para que la gracia bautismal pueda desarrollarse, es muy importante la ayuda de los padres. Ese es también el papel del padrino o de la madrina, que deben ser creyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado, bien sea niño o adulto, en su caminar por la vida cristiana.

Por eso los padres, deben ayudar a escoger a los padrinos básicamente por su solidez en la fe, que lleven una correcta vida cristiana, que se acerquen frecuentemente a los sacramentos, que estén dentro de la Iglesia, y que puedan en un momento dado hacerse cargo de su ahijado, tal y como Dios desea.
Frutos y obligaciones del Bautismo

Frutos

Por el bautismo nos convertimos en hijos adoptivos de Dios, hace también del neófito “una nueva creación” ( 2 Co. 5,17), “partícipe de la naturaleza divina” ( 2 P.1, 4), miembro de Cristo ( I Co. 6, 15) (I Co. 12,27), coheredero con Él (Rm. 8,17) y templo del Espíritu Santo ( 1 Co. 6,19).

El Bautismo es un vínculo de unidad entre todos los cristianos; y también nos incluye entre los amigos de Cristo, mediante un carácter espiritual indeleble.

El bautizado tiene el derecho de recibir los sacramentos, ser alimentado con la Palabra de Dios y ser sostenido por los otros auxilios espirituales de la Iglesia.

Desde el principio del cristianismo, hay que seguir un camino y una iniciación que consta de varias etapas. Este camino puede ser recorrido rápidamente o lentamente; pero siempre consta de las siguientes etapas esenciales: el anuncio de la Palabra, la “conversión” una vez recibida la Buena Nueva, la profesión de fe, el bautismo, la efusión del Espíritu Santo – es decir, la confirmación -, y el acudir a la comunión eucarística.

Como ya habíamos visto el primero de los sacramentos que se recibe es el “Bautismo”, sin el Bautismo no podemos recibir ningún otro sacramento; por lo tanto el “Bautismo” me inicia en “nuestra amistad con Cristo”.

Obligaciones
Por el bautismo recibimos una semilla: “la semilla de la fe” que deberemos fortalecer y hacer fructificar durante toda nuestra vida.

El bautizado, siendo miembro de la Iglesia, ya no se pertenece a sí mismo (I Co. 6,19), sino al que murió y resucitó por nosotros ( 2 Co. 5,15). Por tanto, debe servir a los demás (Jn. 13,12-15) en la comunión de la Iglesia, y cumplir con las enseñanzas de la Iglesia. Debe defender su fe, ante todo.

Al quedar incorporado en el “Cuerpo de Cristo”, tiene la misión ineludible de “confesar a Cristo”, es decir, mostrar con su vida y palabra que “Cristo ha muerto y resucitado” por todos y cada uno de nosotros.

Vamos a ver que nos dice el derecho canónico

«El derecho canónico instituye al padrino en guía del nuevo bautizado, pretende que sea en cierto modo su modelo de vida cristiana».

Canon 872: En la medida de lo posible, a quien va a recibir el bautismo se le ha de dar un padrino, cuya función es asistir en su iniciación cristiana al adulto que se bautiza, y, juntamente con los padres, presentar al niño que va a recibir el bautismo y procurar que después lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al mismo.

El pastor de almas, y los padres y el mismo neófito, no deben olvidar que -sin menoscabo de la importancia de los padrinos- no se trata de una figura esencial para el sacramento del bautismo. De hecho, como se verá más abajo, es posible celebrar bautizos sin que haya padrinos.

 

En ocasiones se ha resumido la función del padrino como la del sustituto del padre. Como se ha visto, el Código de Derecho Canónico prefiere enumerar sus funciones. Y lo hace estableciendo para el padrino distintas funciones, dependiendo de si quien se bautiza es niño o es adulto. Es posible comparar estas funciones con las del padre, pero desde luego -a la vista del canon 872- parece una simplificación reducir estas funciones a la actuación del padrino si eventualmente faltaran los padres. Quien asume el encargo de padrino en un bautizo asume unas obligaciones graves con su ahijado, que deben empezar a desplegarse desde el primer momento, no en el momento en que faltaran los padres si esto sucediera.

El derecho canónico instituye al padrino en guía del nuevo bautizado, pretende que sea en cierto modo su modelo de vida cristiana. El padrino ha de velar por el crecimiento espiritual del recién bautizado -niño o adulto-, acompañarle en sus primeros pasos en la fe, que aprenda, como de su mano, los fundamentos doctrinales y morales de la fe cristiana. Ya se ve que estas funciones son tan graves que en absoluto se pueden considerar de suplencia de los padres, en el caso de los niños que se bautizan: más bien se complementan con las funciones de los padres, por supuesto sin sustituirles.

Muchas veces el padrino del niño recibe posteriormente el encargo de ser padrino de la confirmación. El canon 893 § 2 lo recomienda. Desde luego -no siendo obligatorio- en esta recomendación va implícita la concepción del padrino como guía del fiel cristiano

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